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jueves, 14 de enero de 2010

ACERCA DE LA VERDAD

Aquellos que testimonian de la verdad,
que la practican, tropiezan inevitablemente con la
incomprensión y la persecución. Le ha ocurrido a Jesús de
Nazareth que anunciaba la verdad espiritual de los
Ordenamientos de Dios, que perturbó a los hombres que ya
estaban insertos en la realidad del poder.
¿Cuál es esa verdad de la que habla
la Enseñanza espiritual de La Idea Nueva?
Es la verdad en el sentido original y
profundo de la Idea Nueva, no es un producto ni un objeto
de la mente humana, sino una relación, un nexo, y
precisamente el nexo con el amor del creador, con una
evidencia que está presente y que sólo espera de nosotros
que la retomemos, cuando cada espíritu emite con sus
vibraciones espirituales más elevadas y armoniosas.
En tal sentido, a la verdad no se la
busca, se la recibe. Basta que un niño mantenga en sí una
actitud interior de armonía espiritual para que le sea dada
una intuición, que no será un relámpago, un don milagroso
que llegue excepcionalmente, sino una presencia que es
como el aire que respiramos. Este aire que respiramos con el
espíritu, esta profunda verdad circundante es, en el lenguaje
espiritual, el amor que nos ha precedido, es Dios como
presencia no-violenta que sólo pide respuesta, disponibilidad.
Este es el meollo común a todas las verdades de que
podamos hablar. He aquí por qué la verdad es silenciosa, no
tiene palabras. La palabra puede ser su intermediario, pero la
verdad se aprehende sólo si nosotros abrimos la palabra que
escuchamos como se abre una fruta sacándole la cáscara, y
penetramos en ella. Es un acontecimiento interior que es
primordial.
A menudo hacemos consistir la
civilidad en el alejarse de esta verdad elemental que
permanece enterrada dentro de nosotros salvo en el
momento en el que nos volvemos todos criaturas indefensas,
destinadas a la muerte; cuando se derrumban las estructuras
frágiles de nuestras certidumbres y volvemos a encontrar la
humildad. Humildad proviene de “humus”, tierra; nos
encontramos bajo tierra. Volvemos a encontrar, pero sin la
conciencia amorosa que haría falta, la verdad de la cual
hemos sacado nuestro origen. Gandhi decía que había
conocido a Dios cuando, en un momento de sufrimiento,
comprendió que la verdad primordial era la no-violencia.
Existe pues una actitud primordial, tan
antigua como la creación, esto es, que existía antes que la
historia de la civilización humana, y es el descubrimiento de
que Dios no es una verdad que la mente pueda abordar con
procedimientos racionales, sino una presencia que no se
puede calificar con nuestros conceptos y que requiere la más
alta y armoniosa vibración de nuestros atributos. Este es el
meollo del asunto, importantísimo para penetrar en el
universo de aquellos valores que llamamos valores espirituales.
De otro modo nunca lo penetraremos. Para vislumbrar la
verdad debemos tomar conciencia de su existencia. Esa
conciencia ese manantial de verdad, que deja traslucir la
verdad. De hecho la etimología griega de la palabra significa
“revelación”, o sea el proceso inverso al que seguimos.
Nosotros a la verdad la pensamos como un objeto hacia el
cual andar, en realidad no tenemos de hecho que
movernos: es la verdad la que llega, que se revela a quien le
percibe con el sentido espiritual, es Dios en nosotros.
Vivir conforme a esta verdad quiere decir
vivir sin violencia, con el deseo de que nuestra relación con
los demás deje traslucir la alegría de vivir como una
oportunidad que hemos recibido de mejorarnos. Esta
experiencia es fundamental porque crea la verdadera
religión universal: que no crea divisiones entre las religiones,
porque cada una piense poseer la verdad absoluta. No es
posible edificar la unidad de la humanidad sin la verdad.
Nosotros comprendemos que quien habla
de fraternidad, de amor recíproco, de unidad espiritual en la
diversidad, nos toma del pelo, porque hay otras verdades
que debemos defender. Las llamamos con nombres grandes,
sin embargo a esta verdad primordial la hemos olvidado.
La luz sobre la verdad ha llegado también a
este mundo gracias a los Redentores, Jesús de Nazareth,
María de Jericó y José de Nazaret, y a otros Guías espirituales,
pero los seres humanos han preferido permanecer en la
oscuridad. Preferir la oscuridad no quiere decir, como alguien
podría pensar, preferir las injusticias, las atrocidades. No.
Quiere decir preferir verdades sustitutivas que llevan al odio, a
las divisiones, al exterminio. La humanidad ha derramado
sangre por aquellas verdades, que se apartan de la verdad
primordial del hombre hermano del hombre. Nos molestamos
al oír decir esta palabra, porque nunca la hemos utilizado
como principio constructor de nuestra vida en la tierra. Esta es
la verdad de Dios. Es la verdad primordial y quien acepta esta
verdad llega al Bien.
Estamos en un mundo de reparación lleno
de errores y de oscuridad, pero quien acepta la verdad
llegará al Bien. Somos hombres y mujeres dignas de respeto
porque en nuestros adentros existe este sueño, este ideal, aún
en quien lo niega, hasta en el ser más cruel percibe en algún
momento esa chispa de verdad. Esta actitud de fidelidad a la
verdad y a su práctica diaria es la salvación que nos propone
La Idea Nueva, aquella Enseñanza espiritual que Jesús de
Nazareth ha traído al mundo. Esta verdad es la que salva.
Fue Publicado en el Bolletino de la R.E. Italia ,
Traducido al castellano por la hna. Anne Castillo Esc.
110 de Paraguay, Seleccionado y Diagramado por
Gaceta Juvenil y Revisado por la D.G.E. Lo que se
dice un trabajo en equipo, gracias a
todos!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ANIVERSARIO

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