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jueves, 7 de enero de 2010

LA PERSEVERANCIA

La mayor parte de las personas que concretan sus objetivos se diferencian de
aquellas que no los alcanzan precisamente por su perseverancia, así como por
su capacidad de aprender de los propios errores.
Sufrimos de falta de perseverancia, por no haber comprendido que nada
florece sin la constancia, factor indispensable de todos los progresos y todas
las conquistas. Un ejemplo excelente de perseverancia es el de Marie Curie,
quien trabajaba junto con su esposo Pierre, un físico francés, en una vieja
casucha abandonada, sin sueldo, sin ninguna ayuda ni incentivo del mundo
externo, en el intento de aislar el radio de una aleación de uranio empobrecido
llamada pechblenda.
Y luego del fracaso de su experimento número cuatrocientos y tantos más,
Pierre alzó las manos desesperado y dijo: “No lo lograremos nunca. Quizás
dentro de cien años, pero ya no viviré para verlo.” Su esposa Marie lo miró con
aire severo y le dijo:”Si tardamos cien años, paciencia, pero seguiré intentando
mientras viva”. Ella acabó lográndolo, y los enfermos de cáncer se han
beneficiado grandemente de su perseverancia.
Sólo el golpeteo perseverante del buril en la roca genera la forma deseada.
Thomas Edison hizo más de 10.000 experimentos antes de encontrar la
combinación justa que nos dio el foco eléctrico. Sin su perseverancia tal vez
hoy no sabríamos qué es la luz eléctrica. Sin la aplicación de la enseñanza que
sacamos de cada fracaso no estaríamos en condiciones de andar en bicicleta,
de esquiar, de cocinar, etc.… ¿Han visto alguna vez a un niño que, por causa
de sus innumerables caídas, acabe renunciando y no aprenda a caminar? ¿Por
qué una de las facultades innatas del individuo, espontáneamente utilizada por
la mente instintiva, pierde su vigencia cuando interviene la mente racional?
Porque el fracaso o el rechazo de una acción se interpretan a menudo como el
fracaso o el rechazo de uno mismo, con el consiguiente derrumbe de la
autoestima. Una clave para superar esta convicción errada es el analizar las
cosas positivas, las cosas buenas realizadas antes del fracaso, corregir luego
las acciones equivocadas y repetir fielmente la operación mejorada.
Muchos abandonan ante la primera dificultad, otros abandonan porque no
están predispuestos a aprender de sus errores y olvidan que cuando uno se
equivoca, lo importante es no olvidar la lección. Llegamos a la Escuela en
busca de luz, pero ¿qué hacemos para obtenerla? Muy a menudo poco o nada.
Creemos haberlo comprendido todo en un instante. Sin embargo solamente
hemos visto sin comprender, afirmado sin comprobar. Y ante el primer fracaso,
llegamos a sostener que en la Enseñanza no hay verdad y afirmamos que esto
no puede ser sino el fruto de la fantasía. Pero ¿qué, sino la fantasía, puede
encontrar aquel que se aparta del estudio, no procurando nada más que
espejismos, sin profundizar?
No es inteligente aquel que busca la fruta de un árbol, y al no encontrarla, no lo
trata; es inteligente aquel que, perseverando, trata el árbol, permitiéndole así
fructificar.
La perseverancia no es la inercia, que espera del cielo la solución a un
problema; ni el automatismo de una acción, que no lleva a la evolución.
Perseverar es buscar el camino, y una vez encontrado, encaminarse haciala meta de la perfectibilidad, siguiendo el trayecto de la evolución.

1 comentario:

  1. Excelente lo comentado. La perfectibilidad es un ordenamiento espiritual. La perseverancia evidencia nuestra constante inquietud en procura de reparar nuestros errores, y orientarnos hacia el Bien.
    Daniel. Escuela 68 Bs.As.

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